¿Qué es la falacia del costo hundido?

Qué es la falacia del costo hundido

¿Qué es la falacia del costo hundido?

¿Ha tenido alguna de estas situaciones similares?

  • Estudiar una carrera profesional que no le gusta nada. Una vez recibido, decide dedicarse a esa profesión, dado que ha destinado demasiado tiempo y dinero a esa carrera.
  • Quiso vender el vestido de boda. Las ofertas que recibió no llegan al 20 % de lo que lo que ha pagado. Por lo tanto, no lo vende.  
  • Su matrimonio es un desastre, pero como han pasado mucho juntos, se conocen, no tiene ganas de volver a empezar. Sería como “tirar todo por la borda”.
  • Ha invertido en la compra e instalación de barandas para poder crear una biblioteca de pared a pared. Cuando ve las barandas instaladas se da cuenta que tener las paredes llenas de libros van a oscurecer el ambiente. Sin embargo, como esta a medio de la instalación, va y compra los estantes para finalizar la biblioteca.
  • Ha estado leyendo un libro, el libro no va para ningún lado pero como ya leyó más de la mitad, pese a que no le gusta, se empeña en llegar a la última hoja.
  • Guardar un objeto que se ha pagado muy caro, por más que lo único que haga es juntar polvo.

Estos son ejemplos de la llamada “falacia del costo hundido” o “falacia del costo irrecuperable”. Es un sesgo cognitivo que nos empuja a tomar decisiones no siempre correctas. El término viene del inglés “sunk costs” y hace alusión a algo que se hunde en el mar y no se puede recuperar. En francés tiene un nombre un poco más intuitivo «Les coûts irrécupérables» (Los costos irrecuperables). Dado que ciertos gastos, por más atados que estemos emocionalmente no los podemos recuperar.

que es la falacia del costo hundido

¿Qué es un costo hundido?

El costo hundido es un gasto que tuvo lugar en el pasado y que ya no se puede recuperar. Pero nuestro cerebro nos hace creer que sí lo podemos recuperar. Pongamos de ejemplo que compré la entrada para ir al cine, ya la pagué y no es reembolsable.  Cuando estoy por entrar a la sala de cine surge un mejor plan de último momento. Ver o no ver la película no me va a “hacer recuperar” el precio de la entrada. Tenemos incorporado el concepto de que utilizar el servicio ya pagado “amortiza” la compra. Yo debería analizar cuál de las dos opciones me da más beneficios. Si me da más beneficios entrar a ver esa película o me da más beneficios el plan B que surgió a último momento. Dado que lo que ya pagué no va a volver a mi bolsillo.

No se trata de si hay que perseverar o no en un proyecto, la falacia del costo hundido se trata de si la decisión de tomar el camino A o el camino B la tomamos en función exclusivamente de los beneficios que nos vaya a reportar cada camino o si por el contrario tomamos en cuenta en la decisión costes ya realizados en el pasado y que ya no influyen en los beneficios que nos reportará elegir A o B. Siguiendo con el ejemplo de la entrada de cine. Has pagado 4 dólares por ver una película, ha pasado una hora y no te gusta ni esperas que te vaya a gustar, te podrías ir a dar un paseo. ¿Deberías terminar de ver la película o dar el paseo?

El camino «A – Ver la película» no reportará beneficio porque es una peli que no te gusta y cuando acabes de verla no te van a devolver dinero ni te van a dar un título de cinéfilo ni nada por el estilo, el camino «B – Dar un paseo» sí reportará beneficio ya que será agradable y además es gratis. Lo correcto es elegir el camino «B Dar un paseo» pero la mayoría de las personas tendemos a pensar «¿cómo voy a dejar de ver la película si ya me ha costado 4 dólares, la tengo que amortizar».

¿Pueden ver cómo los 4 dólares entre decidir A o B no influye en nada? sin embargo los tenemos en cuenta y hacemos que nuestra decisión dependa de costes ya incurridos en lugar de hacerla depender de los beneficios de las dos opciones. Nos hacemos la ilusión de que terminando de ver la película estamos recuperando los 4 dólares cuando es solo una ilusión, nuestra decisión no debería tener en cuenta este coste, debería tener en cuenta sólo el beneficio entre los dos caminos que se nos presentan, sin mirar los costes ya incurridos que no vamos a recuperar.

Nos encontramos frente a esta falacia cuando hay dos elementos:

1) Haber realizado gastos en el pasado en relación a un proyecto, compra, inversión, etc.

2) Tener que tomar una nueva decisión que involucre seguir en el proyecto o abandonarlo. La mente suele quedarse atada a los gastos pasados, cuando en realidad poco tienen que ver.

Cuando una decisión del pasado determina tu visión del futuro.

Cuantos más recursos invertimos en un proyecto (un negocio, una relación, una carrera universitaria…), más nos atamos a él emocionalmente y más nos cuesta abandonarlo.

Lo que hace interesante al concepto del costo hundido no son los gastos en sí, sino cómo afecta al momento de las decisiones.

Ejemplo.

Usted es empresario e invirtió 9 millones de dólares en el desarrollo de un producto. Falta solo un millón para terminar el proyecto. Justo en ese momento la competencia sacó al mercado un producto mejor y de menor precio. Por lo tanto, lo que usted está desarrollando llegaría tarde al mercado, con menor calidad y mayor precio. ¿Usted qué hace? ¿Invierte el millón que falta? La mayoría de las personas dicen que invertirían el último millón de dólares.

Vamos con otro ejemplo, yo le digo de invertir 1 millón de dólares en un producto que no va a poder competir en el mercado. ¿Usted invertiría? La mayoría de personas dicen que no realizarían una inversión así.

¿Pero por qué, si es en ambos casos hablamos de lo mismo?

En ambos casos el dilema plantea invertir un millón de dólares en un producto que no va poder competir en el mercado. La respuesta de porque la mayoría de personas elige invertir el décimo millón, pero no el primero es porque nos atamos a las inversiones del pasado en vez de atarnos a los futuros beneficios.

La falacia del costo hundido recuerda siempre a ese jugador de póquer que lo está perdiendo todo y sin embargo decide continuar jugando hasta que pierde el último centavo. Busca “recuperar” lo perdido.

No todo “costo hundido” es dinero.

Si bien este concepto esta totalmente ligado con la economía, no todo en lo que invertimos es dinero. También invertimos tiempo, energía, preocupación, trabajo, sentimientos, expectativas, etc.

Casos conocidos en la historia.

Vietman: el ejército norteamericano no quería reconocer la derrota y buscaba todo el tiempo recuperar lo ya invertido en la guerra.

La creación del avión de super velocidad Concorde: “La falacia del Concorde” o “el error de juzgamiento del Concorde”. Franceses y británicos continuaron obstinadamente con el proyecto de desarrollo de un avión de super velocidad. Las inversiones del pasado los llevaron a gastar sumas colosales pese a que sabían que el proyecto no sería rentable.

El avión supersónico que es recordado por todos como un gran fiasco. Este avión francés comenzó a pensarse en 1962 y desde el comienzo se anunció como una aeronave casi mágica, por sus lujos, su velocidad y cientos de detalles que lo hacían único.

El Concorde vio la luz en 1967, pero desde un año antes fue anunciado como un milagro de la aviación. Esta aeronave podía hacer en apenas 3 horas y media recorridos que normalmente tardan 8 horas o más. El costo de operación era tan alto que superaba con creces los ingresos.

El avión consumía combustible en cantidades industriales y, finalmente, de los 100 Concorde que se construyeron, solo 14 entraron en operación. El mantenimiento era una odisea y el 25 de julio del año 2000 hubo un accidente con saldo de 113 muertos.

Tuvo que pasar todo esto, para que acepten que el proyecto era inviable. Ellos ya sabían que no era rentable pero como habían invertido mucho en él, quisieron seguir apostando por ello. Se aferraron al pasado en vez de enfocarse en el futuro.

¿Cómo aplicar este concepto para nuestro crecimiento personal?

Teniendo en cuenta este concepto que viene del campo de la economía, podemos tranquilamente aplicarlo a nuestra vida personal. Ya sabemos que este razonamiento nos lleva a una forma de estancamiento y a no poder ser libre a la hora de decidir. Liberarnos de este sesgo cognitivo sin duda nos va a dar más libertad a la hora de la toma de decisiones. Nos va a permitir salirnos más rápidamente de situaciones que son dañinas para nosotros. Generalmente cuando algo termina mal, antes de que pase lo peor, siempre hay señales. Señales que uno va haciendo caso omiso hasta que llega lo irremediable. Pero si tenemos bien claro cómo funciona “la falacia del costo hundido” vamos a tener la posibilidad de poder tomar mejores decisiones cuando aparecen las primeras señales de que algo va mal, y no esperar a que los daños sean más grandes.

Aprender a soltar.

La mayor parte de las personas hemos vivido en nuestra propia piel la dificultad para darnos por vencidos, para desistir en algo a pesar de que seamos conscientes de que es una causa perdida. Se trata, en realidad, de una manera nociva de insistir; que alberga la esperanza de que un golpe de suerte (o acertar con la tecla) cambie diametralmente la situación y seamos capaces de enderezar el rumbo en un océano cuyo oleaje amenaza con hundirnos bajo sus insondables profundidades.

Se sabe, además, que el aprecio que se tiene por aquello en lo que se invirtió es directamente proporcional a la cantidad de esfuerzo personal que precisó, en términos de apego emocional o expectativas de resultado. Y a su vez, se conoce bien que cuanto mayor apego se tiene por cualquier cosa, más difícil resulta desprendernos de ella o abandonar los esfuerzos por mantenerla a flote. Más me hundo peores pronósticos tengo.

Ningún proyecto tiene garantía de éxito total, siempre absolutamente siempre hay riesgo. Este concepto incide en la toma de decisiones a futuro. Sin duda, afecta más a quienes no se permiten perder, o tienen una fe irracional en su proyecto o son obstinados en extremo.

Si alguien no puede aceptar que fracaso es muy probable que de allí en adelante inicie una cadena de nuevos fracasos. Así como se necesita valor para iniciar un proyecto, también se requiere de mucha valentía para abandonarlo cuando ha llegado el momento. De todos modos, es mejor asumir la pérdida de expectativas, esfuerzos o dinero a tiempo, en lugar de prolongarla.

Resistirte a perder es entrar en un callejón sin salida. Más tarde o más temprano vas a tener que aceptarlo, pero si es temprano, mucho mejor para ti. En todos los aspectos de la vida hay que aprender a admitir que el fracaso existe y que la actitud más inteligente frente a este es aprender de ello y pasar la página a tiempo.

La delgada línea, entre el costo hundido y seguir dando batalla.

No hay que pensar que esta falacia nos invita a abandonar todos nuestros proyectos. ¡Lo que nos hace es tomar conciencia que los gastos hechos en el pasado no nos tienen que atar porque son irrecuperables! Que lo único que nos tiene que empujar a tomar decisiones es si yo realmente creo que voy a tener éxito o no. No importa el pasado. Ni cuánto invertí. ¡Si yo creo que el proyecto va a ser beneficioso para mí a seguir trabajando en ello!

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